Por: Jhon
Correa Serna
La mujer en
la novela de Soledad Acosta de Samper, se representa con grandes rasgos de las latinas
contemporáneas, algunos de ellos son: la dulzura, la sencillez, la sinceridad,
la amistad, la envidia, la lealtad, la ambición, entre otros. Así mismo, se marcan dos facetas
sociales, la primera es la refinada, la cual hace parte de la clase alta. Tienen
dinero para asistir a los mejores eventos o simplemente aparenta tenerlo como
lo hacía Rosita –amiga de Teresa-. La
segunda es la criada, la cual es la encargada de realizar la diversidad de
quehaceres en las casas de las anteriormente mencionadas, estas solo figuraron
en el trasfondo de la novela, ya que siempre se referían a ellas por el cargo
que desempeñaban -criada- y nunca por su nombre.
Las que hacían parte de buenas familias, en este análisis llamadas refinadas, tenían la oportunidad de estudiar en el exterior, viajar y aprender varios idiomas, por su parte, las criadas eran poco mencionadas y solo se les llamaba para darle ordenes.
El discurso de las mujeres variaba según su posición social, experiencia y educación, por ejemplo, el de Teresa y el de Lucila Montemart, a la edad de 14 y 15 años, estaba basado en los pilares de las novelas románticas de los autores Lamartine, Madama de Lafayette, Racine, Corneille, entre otros, así lo demuestra la siguiente cita, “Lucila, con aquel carácter dulce que la distinguía, soñaba con un porvenir en paz, al amparo de algún castillo viejo, feliz con el amor del ser que amaba con su imaginación.
Teresa, de índole ardiente y entusiasta, no deseaba esa tranquilidad y paz, soñaba con una vida agitada; deseaba hallar en su camino algún joven romántico, desgraciado, a quien debería sojuzgar después de mil aventuras peligrosas”. Cuatro años después Teresa era una mujer más sensata, seria, sincera, honesta, hermosa, leal con su amiga Lucila y sobre todo soñaba con el verdadero amor, “amar y ser amada era su delirio, el ideal de su vida, único sentimiento que creía podía llenar una existencia”. Por su parte, Lucila estaba pálida, triste y achacada por su enfermedad, se veía más vieja, su corazón y su vida estaban ligados al amor que sentía por su primo -Reinaldo-.
Ya el de otras mujeres, como el de la madre de Teresa, estaba edificado en la soledad mezclado con la serenidad, ya sea esto por los achaques de su salud o por gusto personal de la mencionada dama.
La señora de Montemart –Madre de Lucila-, mujer que sufrió mucho por la enfermedad de la hija y la locura de su marido, a pesar de esto, en la novela se percibe con gran apacibilidad y calma.
La señora de Ville –tía de Lucila-, madre de Reinaldo, mujer que en la novela tuvo varios viajes y que estuvo en los últimos años muy pendiente de la familia de Lucila, especialmente de ésta última, la cual vivió a su lado por vario tiempo.
Carolina Perdomo –rival de Teresa por el cariño de Arturo-, mujer casada, sin escrúpulos, debido a que engañaba a su esposo con otros hombres, con la complicidad de amigas como Rosita, la cual guardaba sus cartas para evitar sospechas del mencionado hombre.
Rosita Cardoso –amiga de Teresa-, joven ambiciosa de poco dinero, se valía del de sus amistades y aprovechaba cada circunstancia para beneficiarse a sí misma.
Margarita –esposa de Reinaldo-, mujer de extrema riqueza, solo buscó con su matrimonio alcanzar el título de noble, pues al ser una condesa sería más admirada en los eventos y podría atraer a sus salones la sociedad.
Y por último, Adelina –hija de Reinaldo-, pequeña que representaba la inocencia y dulzura en parte de la novela, le produjo tantas alegrías como tristezas a Lucila, sí tristeza, cuando le contó con ingenuidad lo que había sucedido en el carruaje con Teresa y Reinaldo.
La forma de ver el mundo y de moverse en él de estas mujeres está marcado por la experiencia de cada una y las circunstancias del momento de la historia. Por ejemplo, cuando Teresa se enamoró de Roberto estando casada con León, los sucesos la llevaron a hacer hasta lo imposible por alejarse del mencionado sujeto, el cual despertaba en ella grandes emociones y anhelos, por esto, al rechazar la atracción y pasión que sentía por dicho hombre, logró concebir un gran respeto por el compromiso que había adquirido con su esposo.
Por otro lado, el personaje de Rosita se presentaba con pocos escrúpulos, su vida giraba en torno a la sociedad, quería ser reconocida y por esto se volvía amiga indispensable de las mujeres más acaudaladas de Lima, con el propósito de figurar al igual que ellas o más que ellas si era posible. Otra que tenía intenciones similares a las de Rosita era Margarita, la cual no le importó concebir un matrimonio a cambio de un estatus. Acá es cuando empiezan a figurar los dos matrimonios que se realizaron por conveniencia y no por amor, el de Teresa con León, la cual no tuvo más opción de salvar el capital y negocios de su padre al comprometerse. Y el de Reinaldo que por preservar el capital de su familia se casó con la opulenta Margarita.
Por su parte, las mujeres más adultas como la señora de Ville y la señora Montemart se percibían respetuosas, siempre ocupadas en sus asuntos y sin incomodar a los demás, la primera se dedicaba a sus negocios y la segunda al hogar donde residía con su esposo y algunas veces con su hija Lucila.
Para terminar, las criadas no fueron trascendentales en la novela, siempre eran mencionadas en planos secundarios, las acaudaladas frecuentaban gran variedad de eventos, practicaban música, tanto instrumental como vocal, también leían gran variedad de novelas y viajaban, cuando no tenían ánimos decaían, se deprimían y algunas morían de tristeza o desamor como le sucedió a Lucila.
Las que hacían parte de buenas familias, en este análisis llamadas refinadas, tenían la oportunidad de estudiar en el exterior, viajar y aprender varios idiomas, por su parte, las criadas eran poco mencionadas y solo se les llamaba para darle ordenes.
El discurso de las mujeres variaba según su posición social, experiencia y educación, por ejemplo, el de Teresa y el de Lucila Montemart, a la edad de 14 y 15 años, estaba basado en los pilares de las novelas románticas de los autores Lamartine, Madama de Lafayette, Racine, Corneille, entre otros, así lo demuestra la siguiente cita, “Lucila, con aquel carácter dulce que la distinguía, soñaba con un porvenir en paz, al amparo de algún castillo viejo, feliz con el amor del ser que amaba con su imaginación.
Teresa, de índole ardiente y entusiasta, no deseaba esa tranquilidad y paz, soñaba con una vida agitada; deseaba hallar en su camino algún joven romántico, desgraciado, a quien debería sojuzgar después de mil aventuras peligrosas”. Cuatro años después Teresa era una mujer más sensata, seria, sincera, honesta, hermosa, leal con su amiga Lucila y sobre todo soñaba con el verdadero amor, “amar y ser amada era su delirio, el ideal de su vida, único sentimiento que creía podía llenar una existencia”. Por su parte, Lucila estaba pálida, triste y achacada por su enfermedad, se veía más vieja, su corazón y su vida estaban ligados al amor que sentía por su primo -Reinaldo-.
Ya el de otras mujeres, como el de la madre de Teresa, estaba edificado en la soledad mezclado con la serenidad, ya sea esto por los achaques de su salud o por gusto personal de la mencionada dama.
La señora de Montemart –Madre de Lucila-, mujer que sufrió mucho por la enfermedad de la hija y la locura de su marido, a pesar de esto, en la novela se percibe con gran apacibilidad y calma.
La señora de Ville –tía de Lucila-, madre de Reinaldo, mujer que en la novela tuvo varios viajes y que estuvo en los últimos años muy pendiente de la familia de Lucila, especialmente de ésta última, la cual vivió a su lado por vario tiempo.
Carolina Perdomo –rival de Teresa por el cariño de Arturo-, mujer casada, sin escrúpulos, debido a que engañaba a su esposo con otros hombres, con la complicidad de amigas como Rosita, la cual guardaba sus cartas para evitar sospechas del mencionado hombre.
Rosita Cardoso –amiga de Teresa-, joven ambiciosa de poco dinero, se valía del de sus amistades y aprovechaba cada circunstancia para beneficiarse a sí misma.
Margarita –esposa de Reinaldo-, mujer de extrema riqueza, solo buscó con su matrimonio alcanzar el título de noble, pues al ser una condesa sería más admirada en los eventos y podría atraer a sus salones la sociedad.
Y por último, Adelina –hija de Reinaldo-, pequeña que representaba la inocencia y dulzura en parte de la novela, le produjo tantas alegrías como tristezas a Lucila, sí tristeza, cuando le contó con ingenuidad lo que había sucedido en el carruaje con Teresa y Reinaldo.
La forma de ver el mundo y de moverse en él de estas mujeres está marcado por la experiencia de cada una y las circunstancias del momento de la historia. Por ejemplo, cuando Teresa se enamoró de Roberto estando casada con León, los sucesos la llevaron a hacer hasta lo imposible por alejarse del mencionado sujeto, el cual despertaba en ella grandes emociones y anhelos, por esto, al rechazar la atracción y pasión que sentía por dicho hombre, logró concebir un gran respeto por el compromiso que había adquirido con su esposo.
Por otro lado, el personaje de Rosita se presentaba con pocos escrúpulos, su vida giraba en torno a la sociedad, quería ser reconocida y por esto se volvía amiga indispensable de las mujeres más acaudaladas de Lima, con el propósito de figurar al igual que ellas o más que ellas si era posible. Otra que tenía intenciones similares a las de Rosita era Margarita, la cual no le importó concebir un matrimonio a cambio de un estatus. Acá es cuando empiezan a figurar los dos matrimonios que se realizaron por conveniencia y no por amor, el de Teresa con León, la cual no tuvo más opción de salvar el capital y negocios de su padre al comprometerse. Y el de Reinaldo que por preservar el capital de su familia se casó con la opulenta Margarita.
Por su parte, las mujeres más adultas como la señora de Ville y la señora Montemart se percibían respetuosas, siempre ocupadas en sus asuntos y sin incomodar a los demás, la primera se dedicaba a sus negocios y la segunda al hogar donde residía con su esposo y algunas veces con su hija Lucila.
Para terminar, las criadas no fueron trascendentales en la novela, siempre eran mencionadas en planos secundarios, las acaudaladas frecuentaban gran variedad de eventos, practicaban música, tanto instrumental como vocal, también leían gran variedad de novelas y viajaban, cuando no tenían ánimos decaían, se deprimían y algunas morían de tristeza o desamor como le sucedió a Lucila.